Ruby - Kaiser Chiefs
Hola.
Hoy quiero contarte cómo van las cosas por aquí. Quiero imaginar que sigues leyéndome, porque si no me sentiría imbécil. Pero no te culparía, porque tampoco me debes nada.
Eva está esforzándose en integrarse, se ríe de las bromas internas aunque no las entienda y siempre piensa bien la respuesta cuando alguien le hace una pregunta.
El caso es que me he dado cuenta de que esto es muy importante para ella.
Por otra parte, Kelly es la mejor amiga de todos en este grupo. Es la que nos mantiene unidos. Por eso el combo Eva-Kelly es peligroso. Pero no me desagrada que Eva esté aquí. Se ríe también de mis bromas, y cada vez que habla es para decir algo con sentido.
—No me jodas, claro que quieres emporrarte cuando estás mal, pero hombre…
Es bastante malhablada. Valle estaba diciendo alguna gilipollez sobre probar todos los tipos de drogas “para conocerlas y para aprovechar sus efectos” y el resto se ha levantado en su contra.
—Eso no es una solución, amor —dijo Kelly, alisándose el pelo con los dedos.
—Yo no voy a aguantarte también colocado. Bastante tengo cuando estás bien —añadió el Blando, riéndose como siempre.
—Valle, ¿va todo bien? —preguntó entonces el Rubio con voz suave.
Nos giramos para mirarlo a él. Eva sonrió. Sé lo que estaba pensando. El Rubio es un poco sobreprotector, pero también es adorable.
Más tarde, Eva se acercó a Valle y le ofreció un chicle. Estuvieron hablando un buen rato. Me gustaría saber sobre qué, pero como comprenderás no iba a acercarme y preguntar.
Kelly vino a mi lado mientras el Rubio y el Blando se lanzaban desde la rampa más alta.
—¿Me acompañas a comprar Pepsi?
Fuimos al Lidl que hay al lado del parque, donde trabaja mi madre. En el pasillo de las galletas, Kelly me agarró del brazo y me hizo parar.
—Ian. Tengo que decirte una cosa.
Eché un vistazo alrededor, esperando no encontrarme con mi madre, y sobre todo evitando la mirada de mi amiga.
—Dime.
—Valle y yo…
No es común en ella dudar, ni morderse el labio ni querer hablar a solas conmigo sobre su novio. Me puse nervioso.
—¿Qué?
—Quiere que vayamos a vivir juntos. Y no sé qué decirle… no quiero.
—Claro que no quieres —respondí automáticamente. Empezaba a ser consciente de la ropa que me rozaba la piel y las luces brillantes sobre nosotros.
—Creo que va muy rápido. A ver, llevamos tres años juntos, pero…
—Solo tenéis dieciocho.
—¿O sea que me entiendes?
Quise reconfortarla de alguna manera, pero no me vi capaz de ponerle la mano en el brazo.
—Es completamente normal que no quieras. —Eché a andar de nuevo—. Y Valle debería relajarse un poco.
Escogiendo algo para merendar, Kelly me explicó que su novio tiene ahorros, y ahora también un trabajo en la carnicería de su padre. Sentí pena por ella. Es como si todos tuviéramos que hacernos adultos de golpe.
Antes, pirarme y formar una familia era mi objetivo en la vida, pero ahora mismo me parece una mierda.
Es demasiado pronto.
—Tienes que decírselo —le aconsejé, mientras esperábamos en la cola a que nos cobraran las latas de Pepsi y las patatas fritas. La música estaba muy alta. Volví a buscar a mi madre.
Me estaba enfadando, no sé exactamente con quién.
—Ya… —Kelly empezó a toquetear con los paquetes de chuches que había en la caja, sin mirarme—. Ian, ¿no sientes como si solo pudieras llegar hasta cierto punto en la vida? ¿Como si no pudieras ver la línea del horizonte por todos los edificios que hay delante de ti?
Miré todo lo que había en la caja y jugué con los paquetes de colores yo también. Los fluorescentes encima de nosotros parpadeaban, y tuve que respirar hondo.
—Todo el tiempo.
Cuando volvimos con los demás, la línea del horizonte estaba difusa, y también los edificios. Había humo delante de mí. Pero también dentro. En mi mente.
Se podían oír las voces desde la entrada del parque. Estaban discutiendo. Pero hasta donde entendí, eran dos conversaciones diferentes. Kelly se integró tras el humo y me quedé allí intentando engancharme a alguna de las dos conversaciones, pero las voces me saturaron los oídos y me sentí agotado.
Y pensé en los esfuerzos de Eva y en los sueños de Kelly y en mi familia. En mi hermano.
—¿Ian? —Un segundo después, la única voz que nunca se levantaba por encima de los demás llegó hasta mí. El Rubio.
Me había quedado clavado en el suelo.
—Están pasando muchas cosas a la vez —murmuré.
Para mi sorpresa, Eva fue la única que hizo algo.
Me llevó a dar un paseo en silencio. Solo oía las cadenas de su pantalón y las pisadas de sus zapatillas negras falsas, idénticas a las mías, que también son falsas pero azules. Se sentó en un banco y no habló. Hizo como si no estuviera allí. Pero cuando la miré, me sonrió.
—Tómate el tiempo que necesites.
Y yo me di cuenta de que me ha calado, igual que ha calado a todo el mundo.
Cuando volvimos, el Blando y Kelly estaban riéndose a carcajadas, encadenando un juego de palabras tras otro (chistes verdes que no voy a repetir), y el Rubio tenía una sonrisa en los labios.
Eso es lo único que sigue normal.
Espero que estés bien.
Ian.
¡Hola, hola! ¿Cómo estáis por aquí? Tengo la sensación de que hace siglos desde el último correo.
En este, aunque es corto, quería representar un poco más la situación social de estos chicos, las presiones y el día a día, que es algo que personalmente me interesa explorar… pero todo eso ya lo sabéis.
Prometo que en el siguiente empieza lo jugoso de verdad.
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